Descálzate.
Y si es necesario, despiézate.
Arremángate, hasta la rodilla
y camina.
Caminate.
Trepa por tu espalda y prueba tu médula ósea,
o sea, caminate
y no te pienses ni desnuda ni tuya
ni sola ni ahuciada.
Flexiona las ideas
y reflexiona en las esquinas.
Ahora bien,
cuando llegues a tus vios,
descamínate,
a través de la tarde que duplicará el espejo.
Y si te sobra tiempo
aunque sólo sea un pellizco
desausénciate, mujer.
Que no existe cosa más bella
que tus ojos, duplicando
la tarde que duplica el espejo.
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