12 de junio de 2009

La página 45

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Dicen que esta historia cruzó el mar allá por el ‘49. “Allá donde crecen los gitanos”, como solía decir mi abuela, con esa voz que callaba más de lo que decía. Todavía recuerdo el día en que tropecé con esta historia.

Ciertas tardes, cuando lograba escaparme del taller que mi abuelo tenía, donde arreglaba zapatos, donde nunca pude aprender el oficio, pegar una suela era todo un desafio y mi abuelo que era más astuto de lo que yo creía, ensayaba silencios o distracciones que daban vía libre a mis huidas. El destino era la gran biblioteca que habitaba el salón principal de la casa.